EL SURREALISMO DE LUIS SOMOZA MAHILLO. LA SUSTANCIA M | ARTE Y LITERATURA
El pasado viernes, 5 de mayo, asistí a la presentación
del libro recopilatorio de poemas de Luis Somoza Mahillo, “La sustancia M”,
publicado por la Diputación de Salamanca, tercera entrega dentro
de la serie Versos Sueltos. La invitación
me vino gracias a Fernando Díaz San Miguel, quien presenta al autor y al libro en el
prólogo. Gracias Fernando.
Se trata de la primera publicación del autor que recoge
varias obras realizadas en sus últimos 14 años (2004-2017). Si bien, se refleja
en ellas una clara visión propia del mundo finisecular, donde los fantasmas y
el planteamiento existencial resultan más que evidentes. Es por ello, que se manifiesta
un estudio lleno de experiencias vividas en los ‘80-‘90 de la pasada centuria. Y
sí, es verdad que los poemas no tienen que ser necesariamente fruto y reflejo
de la personalidad del autor, pero sus paranoias, de alguna forma, hacen que nos reflejemos en algún que otro verso que salpica en su imaginario mundo.
Debo confesar que no conocía su obra, ni siquiera al
autor. Al terminar la presentación, adquirí el libro que firmó pacientemente a
todos los allí presentes y solo uno de “sus” nanosegundos cruzaron nuestras
miradas simplemente para decirle mi nombre que quedaría plasmado en la
dedicatoria. Nada más. Al llegar a casa comencé la lectura que me ha tenido la
cabeza trabajando todo el fin de semana. Confieso también que he tenido que
ingerir un par de analgésicos.
Inevitablemente, llamémosle “deformación profesional”,
rebuscaba en mi mente la escenografía de
sus poemas, y descubrí que el surrealismo se esparcía en la mayoría de sus versos.
Luis Somoza es kafkiano, daliniano, lorquiano. Su obra se define, si es que eso
se puede hacer, dentro de poemas crípticos a veces incomprensibles y otras,
sorprendentemente familiares. Su ordenación
del caos, como es prologado por Fernando Díaz, corresponde a un mundo paralelo,
imaginario, plagado de imágenes oníricas, donde se hace necesaria la pureza de
cada palabra para que impacte brutalmente y de sentido a nuestras vidas. El
simbolismo de Mallarmé o de Valéry se manifiesta en el mundo creado por Somoza.
En la misma presentación, el autor recurría a un pensamiento de Paul Valéry: “Las obras no se acaban, se abandonan”;
y en el abandono el lector toma el relevo y las hace suyas. A estas alturas, el
libro que adquirí, está totalmente lleno de anotaciones, dibujos y tachaduras. Ya
sólo me pertenece a mí.
¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas alumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!
Paul Valéry “El cementerio marino” 1920
Es el sueño puro de una medianoche,
desaparecida en sí misma, cuya Claridad reconocida, que permanece sola en su realización
sumergida en la sombra, resume su esterilidad en la palidez de un libro abierto
que la mesa ofrece; página y decorada común de la Noche, si es que aún subsiste
el silencio de una antigua palabra proferida por él, en la que, volviendo, la
Medianoche evoca su sombra acabada y ausente con estas palabras: Yo fui la hora
que debe purificarme
Stéphane Mallarmé “Igitur o La locura de
Elbehnon” 1867
El simbolismo de los poetas herméticos casa a la
perfección con la obra de Somoza. Bajo la máxima “Pienso, luego existe la poesía”, este tipo de obras nos obligan a
descender al último de nuestros átomos que forma nuestra existencia para
renacer de nuevo purificados.
En “La
sustancia M”, Luis Somoza, rescata
la visión post-apocalíptica de la cultura de los años 80 y 90, impregnada de
ciencia ficción, cómics, música electrónica y arte de vanguardia. La influencia
de la novela de Philiph K. Dick “Una
mirada a la oscuridad”, llevada al cine en el 2006 por Richard Linklater,
es evidente, tanto por la propia sustancia
M como por la visión de un mundo a veces transgresor, paranoico, lleno de
delirios y de angustia existencial. Si Dick recurría a la sustancia M (de Muerte y Maldita) para plasmar la pérdida de un paraíso por
culpa de la droga representada en las flores azules “Regálale flores..., pequeñas flores azules. Regálaselas”, que
culmina con la muerte de la identidad, para Somoza esa sustancia que lleva a la
pérdida del espíritu es todo aquello que produce alienación, modificación y
aturdimiento del cerebro: sistema, consumo, creencias...hipocresía social. Se convierte
en una denuncia donde el suicidio-liberación hace resurgir para avanzar por
encima de todo y sobre todo (“No trates
de entenderlo”).
“Soy como un gusano que se arrastra en el polvo
hasta que le aplasta el pie de un caminante” “La muerte ha sido devorada por la
victoria”
Philip K. Dick “Una mirada a la oscuridad”
1977
Al igual que “Una mirada a la oscuridad”, el universo
de las pesadillas soñadas trasciende la realidad, se disocia, planteando dos
mundos el correcto y el invertido, como un espejo que nos devuelve la mirada sin
conocernos, mirando a la oscuridad.
El paso del tiempo, como si se tratara del concepto de
naturalezas muertas (tempus fugit),
salpica sus poemas y refleja un mundo en descomposición (nada está vivo en el mismo instante); lo
absurdo en lo cotidiano (yo soñaba con
moscas violadas por cebras en el interior de mi taza de café); plagas
apocalípticas; ciencia, matemáticas y psicodelias; la dicotomía entre la mentira
y la verdad, entre el olvido y el recuerdo, en un baile de contrarios que
obedecen a un diagnóstico disociativo paranoico; la conciencia; el sexo; el
valor de lo intangible (nada de lo que se
puede medir da la talla); anarquía (no
hay Dios, no hay orden, no hay organización); muerte...vida (para que podamos juntos volver a empezar).
En sus poemas se desprende una generación marcada por
el cómic de ficción apocalíptica “Hombre”
de Antonio Segura y José Ortiz, ambientado en un futuro deprimente y sin
esperanza. Pero también encontramos referencias a cuentos ya clásicos como “Alicia
en el País de las Maravillas” (elige una
puerta y dale un número, elige un reverso en el tiempo sin mí), “Alicia a
través del espejo” (yo soy mi propio
doble),“El Principito” (si alguna vez
pasáis por debajo de mi estrella), o “El traje nuevo del Emperador” (la gente pensaría que hasta la
mierda....sería la vanguardia del sol). La dualidad es constante.
Las frecuentes alusiones a las ciencias: física,
matemáticas, química, nos hacen tener presente una de las canciones de Nacha
Pop con las que disfrutamos una generación:
"Es que no hay nada mejor que imaginar... la física es un placer
Es que no hay nada mejor que formular... Mira el ángulo formado por ti y
por mí...Somos coordenadas de un par... Es la fórmula de círculos sin fin...
Antonio Vega “Una décima de segundo” (1984)
Y es que la química se respira en cada página,
llegando a transmitirnos olor a lejía, desinfección, hospital y una sensación
de frío.
Ya apunté al principio de mis notas que, por
deformación profesional, necesito buscar la escenografía. La continua dualidad
de la elección nos recuerda a las obras de Patinir o de El Bosco: la salvación,
la condena, el vacío (la huida no es la
meta de la vida, es la vida); el surrealismo de Dalí bañado de hormigas, moscas,
sueños y ajedrez (Una mañana me levanté
una mañana con diecisiete dedos en una mano), bien podría haber inspirado
al maestro de Figueras; el expresionismo alemán de Munch (abre la boca y grita con todas tus fuerzas); prerrafaelismo
impregnado de dragones del medievo; postmodernismo de Van Gogh (sobrevolando mi plato de cocido como
pájaros de fuego); o el dadaísmo de Tristan Tzara que rompe con los corsés
y estereotipos literarios más palpable aún si es el propio autor quien lo
recita (el gusano avanza en el tiempo).
Cualquier obra de arte es buena si no te deja
indiferente. En los poemas de Luis Somoza la reflexión acerca de si somos lo
que pensamos, los constantes juicios de valores, ¿nos pertenecen nuestras decisiones?,
de cómo la mentira se hace verdad, la denuncia social... nos hace salir de
nuestra zona de confort para comernos un poco la cabeza aunque ello nos valga una aspirina.
Realizado por Marián Herrero.
Impresionante el análisis del libro. Me has dejado sin palabras, vaya por adelantado mi gratitud por tu interés, de verdad,
ResponderEliminarMe he quedado con más preguntas que respuestas. Sobre todo en las referencias que mencionas, muchas de ellas no las conozco, y es una agradable sorpresa los autores me has descubierto que por supuesto voy a leer.
Lo siento por lo de las aspirinas
Si algún día vuelvo a publicar, las regalaré con el libro a modo de estrategia de marketing.;-)
Tienes un blog muy interesante que no conocía, muy elegante y muy bien cuidado. Iniciativas como la tuya son totalmente necesarias, y te animo a que sigas con ello, merece la pena.
Pásate algún día por el micro del alcaraván ahí vamos gente a recitar y tocar música los jueves por la noche, igual puedes encontrar algo que te llamé la atención.
Me alegra que te hayan gustado mis comentarios y más aún si se ha abierto una nueva línea de conocimiento. Ya sabes que toda obra termina en el ojo del espectador y cada análisis es único y no tiene xq coincidir con el del autor, la tomé prestada y la hice mía, valió la pena el dolor de cabeza. Gracias.
EliminarTe tomo la invitación. Me pasaré por Alcavaran.