LA REINA QUE NO REINÓ: JUANA "LA LOCA" | ARTE Y TEATRO


El pasado sábado 8 de abril, fui al Teatro Liceo de Salamanca donde se ponía en escena la obra “Reina Juana” de Ernesto Caballero, interpretada magistralmente en un monólogo por la actriz vallisoletana Concha Velasco. La actriz encarna el papel de la reina Juana, apodada “La loca”, en el que sería su último día de vida allá en el encierro de Tordesillas en 1555.

A lo largo de la obra se relatan los acontecimientos de una España, la de los Reyes Católicos, inserta en las políticas matrimoniales, intrigas políticas y religiosas, formaciones de imperios, el traslado de poder de los reyes a sus sucesivos herederos: Juana, Carlos, Felipe. En fin, una espléndida lección de historia.  A esto se suma la personalidad de una Infanta de España totalmente fiel a su madre, a su marido, a su hijo, a su nieto, al deber de su  país, a la Iglesia, pero también una mujer-hija-esposa-madre-católica que ante todo vivía un tormento emocional por el que fue tachada, sin duda por intereses de poder y por “razones de Estado”,  de desequilibrada y loca.


Y así representa el papel la actriz. Estamos en el año 1555, es el 12 de abril y Juana I de Castilla, se encuentra recluida en Tordesillas, tiene 76 años, y lleva encerrada 46. Esta última noche de su vida se confiesa ante quien más tarde sería el jesuita San Francisco de Borja que había sido enviado por su nieto Felipe (futuro Felipe II), se dispone a relatar los avatares de su vida. 





Retrato de la reina Juana I de Castilla



En esta entrada, vamos a repasar la vida de una mujer que le tocó vivir en una familia y en un tiempo que le pesaría como una losa, y además veremos cómo ha sido representada a lo largo de la Historia del Arte.
La historiografía nos dice que la “locura” ya había hecho acto de presencia en sus antepasados, su abuela, Isabel de Portugal, había sufrido una grave depresión tras la muerte de su marido, el rey Juan II de Castilla, habiendo sido recluida en Arévalo. Juana, nacía el 6 de noviembre de 1479,  se había criado en un ambiente extremadamente religioso y supeditado a las obligaciones dinásticas, si bien, no había sido educada para ser reina, en teoría no tenía por qué haberlo sido, era la tercera de los hijos de los reyes. Su educación se había basado en valores cristianos, obediencia y buenos modos. Así, Juana dentro de la política matrimonial de los Reyes Católicos, fue entregada en matrimonio al hijo de Maximiliano, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Felipe. Su hermana, Isabel, casada con Manuel I de Portugal muere en el parto de su hijo Miguel, quien también fallecerá. El Príncipe don Juan (segundo de los Reyes Católicos) muere en 1479. Y así, Juana se convierte en la Princesa de Asturias. De pronto, se le cayeron todas las responsabilidades encima: tomar varios reinos desunidos: Castilla, Aragón, Navarra, Nápoles, Sicilia y el Nuevo Mundo. La ambición, sin embargo, recaía en su marido Felipe “El Hermoso”, quien le sería reiteradamente infiel.


Cuando Juana y Felipe son llamados por los reyes para convertirse en príncipes herederos, en enero de 1502, ya tenían tres hijos (Leonor, Carlos e Isabel)  de los que se tuvo que separar, dejándolos en Flandes. En Castilla vuelve a ser madre (Fernando, futuro Emperador del Sacro Imperio cuando Carlos renuncia a él)  y en ese momento su marido decide volver a su país. Comienza la locura de Juana sumida en una profunda depresión, ni siquiera su madre se apiada de ella y no deja que abandone Castilla.  ¡Cómo para no volverse loca! Juana volvería a Flandes en 1504, pero la muerte de su madre, Isabel, le obligaría a regresar de nuevo.
Felipe el Hermoso no había sido del agrado de Isabel la Católica, así que, en su testamento dejó bien claro que en caso de ser nombrada incapaz  su hija Juana, el reino de Castilla pasaría a su esposo Fernando el Católico a la espera de la mayoría de edad de su nieto Carlos. A los pocos meses de enviudar, Fernando se casa con Germana de Foix, sobrina del rey de Francia, hecho este que haría temblar todo lo que Isabel había conseguido.


Juan de Flandes, "La infanta Juana de Castilla", 1496-1500, Museo de Historia del Arte, Viena


Der Weiss Kunig (El Rey Blanco), biografía del emperador Maximiliano I. grabado que muestra la llegada de Juana de Castilla al puerto flamenco de Arnemuiden en 1497


            Eduardo Rosales, "Doña Isabel la Católica dictando su testamento" 1864, Museo del Prado, Madrid



Lorenzo Vallés, "La demencia de doña Juana", 1866, Museo del Prado, Madrid

Pero a Juana en un principio no se le incapacitó, comenzando así la lucha de poder entre Fernando y Felipe (padre y esposo de la reina), ambos con el mismo propósito: alcanzar el poder aunque para ello tuvieran que ningunear a Juana. Felipe “vendería” a su mujer convirtiéndose prácticamente en el rey de Castilla, en septiembre de 1506.


Lorenzo Vallés, "La demencia de doña Juana", 1867, Museo del Prado, Madrid

Los reveses de la vida harían que un mes después, Felipe falleciera en “extrañas circunstancias”. Juana se sumió en una fortísima depresión, declinando sus obligaciones de Estado al Condestable de Castilla, al Duque de Nájera y al Cardenal Cisneros. Las locuras de “la reina que no reinaba” se sucedían, mientras paseaba el cadáver de su marido por toda Castilla, hasta que fuera encerrada en Tordesillas, por orden de su padre Fernando.


Francisco Pradilla. "Por los campos de Castilla", 1877 Museo del Prado, Madrid

En este cuadro de Pradilla podemos hacernos una idea de cómo serían esos días del mes de diciembre, cuando la reina Juana, que estaba nuevamente embarazada (Catalina) ordenó exhumar a su marido que estaba enterrado en la Cartuja de Miraflores (Burgos) para trasladarlo a Granada.

Es así, cómo Fernando el Católico asume la regencia de Castilla, hasta su muerte acaecida en enero de 1516. En este año, Carlos, el hijo de Juana, que pasaría a ser Carlos I de España, contaba con 16 años y se autoproclamó rey a la par que su madre, a la que visitaba en su encierro de Tordesillas.


Francisco Pradilla, "La reina doña Juana la loca recluída en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina", 1906, Museo del Prado, Madrid

En este contexto, se revelarán algunas ciudades castellanas recelosas de un rey extranjero. Para la reina, es el poder el que transforma a las personas apoderándose de su alma, así recuerda ella el pasaje histórico de los comuneros quienes recurren a ella para ponerse en contra del Emperador, Juana cree que les hizo un favor al no secundar el apoyo, al fin y al cabo, los libraría de la tiranía del poder.  A partir de ese momento, “la reina que no reinó” seguiría recluida en su encierro de Tordesillas hasta que finalmente muere en 1555.
En la gran pantalla también se ha tratado el tema de Juana "la loca", en el filme dirigido por Vicente Aranda y protagonizado por Pilar López de Ayala en 2001.

Juana I de Castilla, sin duda un personaje apasionante al que aún no se le ha dado su verdadera importancia. 
Realizado por Marián Herrero

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