UNA NOCHE EN LA CATEDRAL DE ZAMORA | ARTE Y RELIGION
El cabildo de la Santa Iglesia Catedral del Salvador
(Catedral de Zamora), ofrece la oportunidad de realizar visitas nocturnas
durante el mes de marzo y abril. Gracias a mi amiga Sonia Beltrán, pude asistir a tan
grata cita. Serían aproximadamente las 8 de la tarde cuando llegábamos a la
ciudad zamorana “la muy noble y leal” y la luz de una incipiente primavera
comenzaba ya a difuminarse. Sin embargo no sabíamos aún que la luz iba a ser sin
duda protagonista de la visita que haríamos en la catedral. Hacía mucho tiempo que no veía la perspectiva del puente de piedra sobre el
rio Duero dándonos la bienvenida. Esa entrada a la ciudad es bellísima y tiene algo de romántica. Pronto nos
adentramos por Cabañales y bordeamos la muralla y el castillo. La entrada a la
seo se anunciaba a las 9 de la noche. Comenzamos la visita.
La primera impresión al entrar es como la que se tiene
cuando sabes que vas a asistir a un espectáculo
único. Nada que ver con recorrer el recinto en horas diurnas. Éramos unos
privilegiados, tan solo 6 personas nos disponíamos a explorar cada metro, cada
centímetro de lo que en un tiempo fue una basílica dedicada a la memoria del
Salvador “et ómnium sanctorum, quorum
basilica ab antiquis sita est in Zamora”. Tras un formal saludo en nombre
del cabildo, comenzó la ceremonia.
A través de los altavoces se nos iba narrando la
importancia de la catedral en general y de cada obra en particular. Y es entonces
cuando la luz, como apuntaba más arriba, se convertía en protagonista. De la más absoluta oscuridad
se iban iluminando de forma impactante cuadros, retablos, coro, cúpula... como abriéndose paso a nuestro encuentro y para goce y deleite de nuestros sentidos.
Antes de nada, vamos a recordar un poquito la historia
de su construcción. Según nos cuenta la historia, el rey Alfonso III llamado “el
Magno” concede el obispado de Zamora a Atilano en el año 900, sin embargo
debido a los sarracenos (pueblos nómadas del desierto, conocidos de este modo a los árabes en la Edad Media), arrasaron (razzias) la ciudad en el año 988. Durante la
reconquista, Zamora quedó adscrita a la diócesis de Astorga. En 1120, Alfonso
VII con la Bula del Papa Calixto II, colocaría a Zamora bajo la jurisdicción de
la archidiócesis de Toledo; después pasaría a Braga, Santiago de Compostela y
en 1851 a Valladolid. Pues bien, en 1123, una pequeña basílica dedicada al
Salvador que había sido arrasada por Almanzor (caudillo musulmán, apodado “el
Victorioso”), sería restaurada por Fernando I, y con Alfonso VII se estableció
el cabildo catedralicio. Planeando la necesidad de una reforma de la basílica, entre 1151 y
1174, se hizo más grande el edificio.
Así, nos encontramos con una edificación de estilo
románico, con tres naves, con un estilo oriental evidente en la cúpula
bizantina, ejemplo de los llamados “cimborrios del Duero”, junto con la
catedral vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro y la Sala Capitular de la
Catedral de Plasencia. Obviamente, como todas las edificaciones, se han ido
modificando y sumándose características propias de otros estilos artísticos:
capillas funerarias de estilo gótico, capilla mayor y coro renacentista,
claustro neoclásico...
El retablo mayor es del siglo XVIII, diseñado por Ventura
Rodríguez y ejecutado por Juan Bautista Tammi y Andrés Verda con
mármoles y bronce dorado. En el centro, se encuentra el tema de la
Transfiguración, obra de Jerónimo Prebosti, de mármol de Carrara. Entre las columnas nos encontramos con las
imágenes de San Ildefonso y San Atilano (izquierda y derecha respectivamente),
patronos de la ciudad. En la parte superior, se representan nubes rodeadas de
ángeles y el Padre Celestial.
En la capilla mayor, en el lado del Evangelio se dispone el retablo de Nuestra Señora de la Majestad, del XVI, obra de Juan Falcote, Juan de Durana y Alfonso de Remesal el Joven, donde se coloca una imagen gótica de la Virgen con el Niño. Esta Virgen es conocida como “la Calva”. En el lado de la Epístola, se sitúa el retablo del Santo Cristo, se trata de un Crucificado del siglo XVI.
En los laterales del presbiterio se encuentran los
retablos dedicados a San José y a San Juan Nepomuceno.
Apostolado en el crucero
El conjunto de la cabecera se cierra con una reja
gótica-primer renacimiento (finales del XV), donde se han incorporado púlpitos
de hierros dorados. La reja tanto de la capilla mayor como del coro es
atribuida a fray Francisco de Salamanca.
Nos detenemos en el coro, con sillería de madera de nogal, obra de Juan de Bruselas de comienzos del XVI. Se disponen 85 sitiales en dos niveles. La iconografía relata la historia de la Salvación. En la sillería baja se representan personajes del Antiguo Testamento: los Profetas y personajes en actitudes relacionados con moralejas (vicios y castigos, visión del pecado...) en consonancia con las escenas de las “misericordias”. En la sillería alta, los apóstoles y santos.
En el trascoro, flanqueado por puertas con arcos
carpanales bajo conopiales, se encuentra el Altar de Todos los Santos, que
alberga una tabla de Cristo Salvador del
Mundo en su Gloria entre los bienaventurados, del siglo XVI.
En la capilla dedicada a San Bernardo (fundada en el
siglo XVI por el obispo Alfonso Fernández de Valencia como panteón familiar) se
encuentra el llamado Cristo de las Injurias, que procede del monasterio de san
Jerónimo, y considerado uno de los mejores crucificados de la escuela española.
Todos los miércoles Santos sale de procesión dentro de la Cofradía Penitencial
del Silencio. Verdaderamente estremece contemplarlo.
Hoy vengo a verte, Señor de las Injurias,
porque sé que estás bastante abandonado.
vengo a estar contigo y a pedirte perdón por
olvidarte,
por haber dejado correr mi tiempo sin buscarte,
sin pensar en Ti.
Deseando infinitud, los hombres tropezamos con tu cruz
y la evitamos (es demasiado duro el sacrificio).
Buscamos trascendencia en las cosas del mundo,
y no la hallamos.
Por eso no poseemos la felicidad que nos compense el
drama de vivir,
y ahora, confundido, Cristo mío, no se me ocurre nada
que decir...
Una cosa te suplico: enséñame a quererte,
dime lo que tengo que pedirte o, más bien,
-Tu eres el Maestro del Silencio-
indícame cómo tengo que escucharte para oírte,
para entenderte y alcanzarte.
Te pido, Jesús, que ilumines mi esperanza
para que se transforme en una Fe auténtica,
Y que me des la fuerza suficiente para cambiar
mi tibieza actual, por una actitud de compromiso
activo.
Algo en Ti me llama, Señor ¡Quiero encontrarte!
¡Quiero tener Dios! ¡Quiero seguirte!
Ayúdame, Cristo de las Injurias... que quiero amarte!
JUAN
EMILIO ANTÓN RUEDA
A los
pies de la nave central, se dispone la capilla del Cardenal o de San Ildefonso,
con portada plateresca y pinturas murales. En el interior, decorada con frescos
de 1600, le acompaña a un lado el retablo de san Ildefonso de Fernando Gallego,
obra del siglo XV. Los temas tratados son: el bautismo de Cristo, el Calvario y
la decapitación de san Juan Bautista, la aparición de santa Leonor a san
Ildefonso, la imposición de la casulla y la veneración de las reliquias del
santo. En el centro de la capilla, se sitúa un magnífico altar de platería.
También a
los pies de la nave de la Epístola, se
sitúa la capilla de san Juan Evangelista con un retablo dedicado al santo que
porta una copia del evangelio y una pluma en su mano derecha.
Sin duda,
el sepulcro gótico flamenco del doctor don Juan de Grado, es lo más destacado
de este tramo. Bajo arco de medio punto angrelado con ángeles se dispone un
tímpano con la representación del árbol de Jesé, que alberga el sepulcro y el yacente con ropas sacerdotales y un
cáliz en las manos. En la parte superior aparece un Calvario.
A los pies de la nave del Evangelio, nos encontramos con la capilla de santa Inés del siglo XVII, donde podemos encontrar un retablo con la santa y a un lado la escultura del rey san Fernando, obra de Alonso Fernández de Rozas. En esta capilla también se expone un Cristo yacente realizado en el año 2001 por Luis Álvarez Duarte según cánones de la imaginería barroca castellana, que no se encontraba el día que hicimos la visita.
Podemos visitar la capilla de san Pablo, donde se sitúa un retablo barroco con el relieve de la Conversión de San Pablo tallado por Cristóbal de Honorato el Viejo y policromado por Cristóbal Sánchez.
La capilla
de San Nicolás, la capilla de san Miguel o del Santísimo, o los arcosolios
funerarios góticos que se encuentran en
el muro de la Epístola son otras de las bellísimas obras que podemos disfrutar.
Grabados, pinturas, rejas, solados, artesonados, portadas, cubiertas...
Bellísima pintura mural de san Cristóbal, situada al lado de la escalera de
subida al órgano, en el lateral del coro de la nave del Evangelio, obra de Blas
de Oña.
Y cómo
no, disfrutar del claustro, magníficos tapices, museo y las excelentes portadas
exteriores de la catedral. Pero eso ya es otro tema de estudio.
Si tenéis
la oportunidad de realizar esta visita, no os la podéis perder.
Realizado
por Marián Herrero
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