TESOROS DE LA HISPANIC SOCIETY OF AMERICA | MUSEO NACIONAL DEL PRADO
Hermenegildo Anglada Camarasa, Muchachas falleras. 1910-1911
“Con
el Prado hemos topado”. Una visita “al Prado” se hace necesaria,
imprescindible ¡qué digo!, se convierte en un nuevo mandamiento, una peregrinación
que al menos una vez en la vida hay que experimentar. “Visitarás el Prado y darás gracias por haber sentido tan grato
placer”, algo así debería rezar en las Escrituras.
Y es que al Museo del Prado siempre hay que ir... y volver. A veces sin ningún propósito
concreto, no es necesario visitar las múltiples exposiciones itinerantes que
nos ofrece, con disfrutar de la Colección es suficiente, en realidad, es lo esencial. Nadie puede morir sin haberse deleitado ante las Meninas de
Velázquez, el Jardín de las Delicias del Bosco o el Descendimiento de la Cruz
de Roger Van der Weyden. Siempre que me preguntan con qué obra del Prado me
quedaría, irremediablemente viene a mi cabeza aquella incógnita ¿qué dedo de la
mano te dolería menos si te lo arrancaran? Es vital, como si de una romería se
tratara, colocarse ante el Lavatorio de Tintoretto, La Adoración de los Reyes de Rubens o El
Cristo de Velázquez.
Ayer fui al Prado y se me nota. Como en otras ocasiones vuelvo
a padecer el síndrome de Stendhal por lo que estaré varias semanas con un efecto
de euforia que espero aplacar hasta la próxima visita o ante el deleite de otra
manifestación artística. En esta ocasión, la cita, además de la Colección, se
hacía obligada para disfrutar de los magníficos TESOROS DE LA HISPANIC SOCIETY OF
AMERICA & LIBRARY.
Para conocer la Sociedad
Hispánica de América, propietaria de las colecciones de arte español y de
América Latina más importantes fuera de la Península Ibérica, hay que echar la
vista atrás y descubrir la persona de Archer Milton Huntington (1870-1955). En su
figura se une la imagen del filántropo, coleccionista e hispanista americano,
que con su empeño y tesón, logró crear una institución para fomentar la cultura
hispánica, además de incluir América, Portugal y Filipinas. Es así como, a través de la Biblioteca y del Museo que crea la institución,
llega a hacerse con una colección importantísima (18.000 obras de arte, 250.000
manuscritos, 250 incunables) que dan una panorámica excepcional de la cultura
española en un periodo muy amplio, desde la época prerromana hasta las primeras
décadas del siglo XX.
José María López Mezquita, Archer Milton Huntington Óleo sobre lienzo, 1926
“No creo que haya una
cosa tan espléndida como un museo; me gustaría vivir en uno”, había escrito en su
diario. Pero su obsesión por la cultura española le llegó a los 12 años de
edad, cuando, en un viaje a Londres adquirió un libro sobre la etnia gitana en
España. Por fin, viajaría a nuestro país con 22 años para seguir la ruta del
Cid, desde el Norte hasta la ciudad de Valencia. Huntington no representaba esa
figura de millonario que pretende adquirir obras de arte por el mero hecho de
la inversión y como quien acumula trofeos de caza y conquista. No, esa no era
su meta. Él quería crear su propio museo ¡Y vaya si lo consiguió! Tras la adquisición
de un terreno en el Upper Manhattan comenzaron las obras y el sueño de la
Hispanic Society & Library, se hizo realidad en 1908. Pronto se hizo con
obras de Velázquez, Goya o el Greco. Y en 1911 encargó a Sorolla los lienzos
sobre las regiones de España, algo que también se repitió, aunque en menor
medida, con Ignacio Zuloaga, convirtiéndose en un verdadero promotor y mecenas de ambos artistas en los Estados Unidos.
La exposición que alberga el
Museo Nacional del Prado, desde el 4 de abril hasta el 10 de septiembre de 2017, reúne pinturas, esculturas, piezas de cerámica, artes decorativas, joyería
y orfebrería, textiles... de la Hispanic Society. En las Salas A y B, siguiendo
las secciones dedicadas a la antigüedad (cultura campaniforme, metalistería celtíbera); la edad media entre los siglos V al XV, donde se hace evidente la herencia islámica en España (píxides, sedas), así como la huella gótica de Gil de Siloé; el siglo de oro (ejemplarizado con los lienzos de Velázquez, Murillo, Zurbarán o Alonso Cano, y también con cerámica, orfebrería y escultura); cartografía (mapamundi de Giovanni Vespucci), biblioteca (nutrida de ejemplares de bibliotecas particulares, especializadas, incunables, cartas autógrafas de personajes ilustres); la América colonial (sobre todo reflejada en las artes decorativas de los indígenas así como en las nuevas creaciones que tras el reformismo borbónico y con el paso de la Ilustración hicieron mella en un sentimiento de identidad de un nuevo pueblo); el fin del Antiguo Régimen (patente en el marchamo de Goya) y la Edad Moderna (genialmente representada en la concepción de una identidad hispánica, buscando para ello el "tispismo" español en sus variedades regionales).
En la planta superior, sala C, destaca la amplísima selección de pintura española, donde se puede disfrutar de lienzos del siglo XIX y XX: Anglada Camarasa, Nonell, Rusiñol, Solana, Viladrich, así como una selección de retratos de los más ilustres intelectuales de la época (Machado, Unamuno...), realizados tanto por Sorolla como por Zuloaga.
Francisco de Goya. La Duquesa de Alba, 1796-1797
Ignacio Zuloaga y Zabaleta, Lucienne Bréval como Carmen, 1908
Joaquín Sorolla, Idilio en el mar, 1905
El visitante de hoy, puede impregnarse del sentimiento y orgullo hispánico, que experimentarían desde el otro lado del charco y que, sin duda, ayudaría a paliar la morriña de nuestros compatriotas al estar tan lejos de su tierra.
Realizado por Marián Herrero
Comentarios
Publicar un comentario